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Olarieta: Del economicismo al ideologismo


Como todos los oportunistas infiltrados en el movimiento comunista internacional, Althusser dio pábulo a la existencia de un supuesto estalinismo y, como es lógico, lo repudia como una «revancha póstuma de la II Internacional», un resurgimiento de su tendencia principal, es decir, el economicismo (1). Ambas afirmaciones de Althusser son falsas: primero, el supuesto estalinismo no es una revancha de la II Internacional y, segundo, no es el economicismo lo que se puede reprochar a la socialdemocracia, y mucho menos a Stalin.

Como sucede siempre, las falsedades sirven para velar los verdaderos problemas que, en este caso, son los siguientes: la II Internacional inició la corriente revisionista dentro del movimiento obrero, la revolución de 1917 y la construcción del socialismo en la Unión Soviética rompió con esa corriente en la práctica y en la teoría, que volvió a resurgir con fuerza a partir de 1956. Por tanto, en contra de lo que Althusser quiso hacernos creer, no era el supuesto estalinismo el foco de los problemas dentro del movimiento comunista internacional, sino el revisionismo. Pero, como decimos, el revisionismo, además, no fue nunca una forma de economicismo, como Althusser -y con él todos los oportunistas- quisieron inculcar siempre. El mismísimo Bernstein escribió que «el grado de desarrollo económico hoy día alcanzado suministra a los factores ideológicos, y especialmente a los éticos, más espacio que antes para su actividad independiente» (2).

Nunca existió, pues, el supuesto economicismo de la socialdemocracia, pero Althusser tenía queinventarse dos blancos falsos para no tener que disparar contra sí mismo. En consecuencia, el problema no era Stalin sino personajes como Bernstein y Jruschov y el diagnóstico, como vemos, no radicaba en el economicismo sino en lo que mejor podría caracterizarse precisamente como «ideologismo», una plaga que no subestima sino que, por el contrario, sobreestima la teoría, lo que Althusser llamaría la superestructura. Es la fiebre favorita de los intelectuales que, cuando advierten el economicismo de los supuestos estalinistas, lo único que pretenden es que se les haga un poco de caso, que nos preocupemos de ellos, los portaestandartes de la ideología y del teoricismo, incluso a costa de olvidarnos de lo que verdaderamente importa a los marxistas: la clase obrera.

De Bernstein a Althusser, el ideologismo es la nota característica de los reformistas, el llamado «marxismo occidental» y luego eurocomunismo, cuyos textos están saturados de superestructura, teoría, cultura, ética, estética, literatura, cine, música y demás aspectos «importantes» de la lucha de clases que los «economicistas estalinistas» tenían descuidados al volcarse de una manera exagerada en problemas tan vulgares y superficiales como la explotación, el paro, la jornada de trabajo, la carestía de la vida o la vivienda.

No les falta razón a todos esos intelectuales revisionistas: esos «economicistas estalinistas» están totalmente alienados por esta sociedad y sólo piensan en llenarse la barriga. ¿Será que son insaciables o que la tienen vacía? En cualquier caso los intelectuales siempre recomiendan acudir un poco menos a las reuniones sindicales y un poco más a las exposiciones pictóricas de los surrealistas.